Entradas

Transverberación

  Cerró la puerta con un clic suave. Una casa vacía, y dentro, ellos: M y F. La levedad del clic sonó como una señal reverente, como si cada átomo de la estancia se dispusiera a recibir lo sagrado de lo que estaba por ocurrir. Era de noche. El silencio, fuera y dentro, se sostenía con un respeto casi litúrgico. Era abril. Por la ventana abierta se colaba la segunda luna llena de esa primavera, rielando entre el leve ondeo de la cortina. Una brisa suave perfumaba la estancia de tomillo, retama, mimosas y resina quemada. Dentro, solo la luz trémula de una lámpara. Su resplandor arrojaba sombras alargadas que trepaban por el suelo y las paredes, como espectros informes estremeciéndose con la quietud expectante del aire. No era miedo lo que los inmovilizaba, era algo ancestral: dos cuerpos descalzándose por un saber heredado de siglos, como si escucharan aquella voz tronante que les susurraba: “desnuda tus pies de las sandalias, pues la tierra que pisas es tierra sagrada”. M dio la e...

De rebus nondum scriptis

Quería escribir sobre algo, pero no sé de qué. Me he puesto frente a una entrada en blanco y de inmediato he decidido dejar fluir la conciencia. Un ejercicio de escritura casi automática, pero menos inconsciente y más coherente, supongo y espero.  Mientras abría Blogger,  me he preguntado "¿de qué quieres escribir hoy?". La tentación es volver a lo de siempre, al tema clásico y manido del amor. Profundizar una vez más en la abstracción, en la metacognición, en la (ausencia de) experiencia en ese campo y en el deseo (obsesivo) de lograrlo. ¿Merece la pena? ¿Otra vez? Ya ni lo sé.  Podría escribir sobre otro cliché resumido en una frase que escuché hace tiempo ("lo que realmente cambia nuestra vida es eso que nos sorprende una anodina tarde de martes cualquiera") y cómo todo en lo que creía y sentía seguro empezó a tambalearse, a derrumbarse. Muchos conocéis esa sensación, estoy seguro. No es agradable, pero he aceptado, creo, que es parte de la vida y que la mía ha ...

Wish you were here

Es sábado por la noche, otro sábado por la noche más. Otro sin planes. Las 22:30 de la noche. Tengo una lista de reproducción de Spotify en aleatorio con música a un volumen bajo. La música no es animada, he de reconocerlo. Es la música que uno se pone a escuchar un sábado por la noche, en casa, sin planes. Miro por la ventana. Al fondo, este Madrid de siempre. La música mantiene ciertos pensamientos a raya, pero cuando suena la canción equivocada, se libera la nostalgia como si se abriera una presa... Reconozco esa canción en los primeros acordes: "Wish you were here"-Pink Floyd. Noto crugir el portón mental. Una gota se convierte en regato, el regato en chorro, el chorro en manga, la manga en furia de agua libre. Elijo pensar. Activo la repetición de la pista. A veces, es bueno dejar salir el agua. Ojalá estuvieras aquí. Tú, que ni siquiera sé si existes o exististe: ojalá estuvieras aquí. Simplemente sentado junto a mí, observando ese Madrid, distinto y el mismo, y ...

Resaca

Lo curioso de las olas es que llegan y se van, llegan y se van. Hasta cierto punto, esta noche, a pocos días de cumplirse un año de la última entrada, reflexiono sobre cómo la vida se ha ido moviendo muchas veces con la misma cadencia de vaivenes. Es hermoso ver llegar una ola estando en pie en la playa. Uno se pregunta cuando la ve venir si tendrá más fuerza de lo que parece, si salpicará más de lo esperado... Y aun se está en esas cuando la ola llega, moja las puntas de los dedos, penetra entre sus intersticios, se encabrita por el empeine y abraza el tobillo. A veces, especialmente cuando es la primera que recibes estando seco, impresiona por el frío, piel de gallina y todo eso. Se va notando el agua correr hacia atrás, se frena, se para un instante y vuelve, despacio al principio y luego aceleradamente. Y en su camino los pies se hunden en la arena con un cosquilleo fresco. Y cuando la ola se ha marchado, pasando a formar parte nuevamente de la inmensidad, lo único que queda de e...

Esperar…

De repente, me siento cansado de esperar. ¿Esperar qué? supongo que esperar que algo cambie. Todo sigue igual a pesar de haber movido los cimientos. Por mucho que reflexione en lo que mi terapeuta me recuerda una y otra vez (todo lo logrado y lo increible que es) me cuesta verlo. Lo sigo viendo todo igual porque, realmente, fuera de mí nada ha cambiado. ¿Qué esperaba? Algo... y cuanto más miro, menos veo. Y, no sé... la constante sensación revoloteante de que nunca es suficiente, haga lo que haga, estoy condenado a ello: nunca ser suficiente. Ni siquiera algo. Todo avanza a mi alrededor y yo llevo perdida la cuenta de los años en que todo freno, de golpe. Y esperaba que dar tantos pasos cambiase algo, pero nada. Estoy empezando a considerar que esperar ya no es que sea un espejismo, es que es cruel. Tener esperanza es muy cruel cuando no hay nada. Me siento triste, pero quizá más que triste me sienta muy cabreado. Llevo días en los que no soy capaz de sentir otra cosa que no sea frustr...

Reflexiones irreflexivas sobre violencia simbólica y la bandera LGBTIQ+

  Sólo para que quede claro: El llevar una bandera del orgullo LGBTIQ+ no te identifica como miembro del colectivo, sino como militante en la lucha por el Derecho Humano más básico: existir, o sea, tener una identidad propia y libre. Quitar una bandera arcoíris o prohibir explícitamente que se exhiba es un acto de violencia simbólica que mancha ipso facto a quien lo obra y a quien lo consiente con su silencio u omisión. Pero ¿qué es violencia simbólica? Según Bordieu es aquella en la que un ente  dominador ejerce violencia indirecta en contra de unos entes dominados. Al quitar esa bandera, que representa la libertad de tener una identidad NO impuesta, por ende, se está reconociendo abiertamente  como ente dominador una identidad frente a otras, y, por lo tanto, estas últimas son rebajadas porque, y aquí llegó por fin el concepto, no son “normales”. Como no son normales, etimológicamente, no pertenecen a la norma y todo lo que está fuera de la norma no debe existir, o se...

φοῖνιξ

Hace años, cuando este blog era el de un post adolescente, me consideraba un fénix; ya sabéis, el ser mitológico que tras morir renacía de sus cenizas. Lo usé hasta la saciedad, hasta convertirlo en un cliché. Y, como todo buen cliché, suena repetitivo, absurdo, ñoño, cansino. Un lugar común al que me aferraba, vaya, y que perdió su sentido.  Creo que nunca había sentido lo que significa realmente renacer de las cenizas, o quizá sí lo sentí y al dejar de sentirlo durante años perdí la referencia.  Básicamente siento... campanas. ¿Cuál es la sensación equivalente, y NO es euforia, a sentir un campanario atronando? Seré sincero: durante años fui encerrándome, me fui perdiendo en mí mismo hasta olvidarlo todo. Olvidé quién era, me aislé. ¿Motivos? Bueno, los hubo, solo hay que remontarse esos años atrás y extraer conclusiones (o lanzarse al vasto campo de la imaginación y teorizar, lo que me parece divertidísimo cuando me cuentan esas teorías. Solo que, si os lanzáis a teorizar, ...