Resaca
Lo curioso de las olas es que llegan y se van, llegan y se van. Hasta cierto punto, esta noche, a pocos días de cumplirse un año de la última entrada, reflexiono sobre cómo la vida se ha ido moviendo muchas veces con la misma cadencia de vaivenes. Es hermoso ver llegar una ola estando en pie en la playa. Uno se pregunta cuando la ve venir si tendrá más fuerza de lo que parece, si salpicará más de lo esperado... Y aun se está en esas cuando la ola llega, moja las puntas de los dedos, penetra entre sus intersticios, se encabrita por el empeine y abraza el tobillo. A veces, especialmente cuando es la primera que recibes estando seco, impresiona por el frío, piel de gallina y todo eso. Se va notando el agua correr hacia atrás, se frena, se para un instante y vuelve, despacio al principio y luego aceleradamente. Y en su camino los pies se hunden en la arena con un cosquilleo fresco. Y cuando la ola se ha marchado, pasando a formar parte nuevamente de la inmensidad, lo único que queda de e