φοῖνιξ

Hace años, cuando este blog era el de un post adolescente, me consideraba un fénix; ya sabéis, el ser mitológico que tras morir renacía de sus cenizas. Lo usé hasta la saciedad, hasta convertirlo en un cliché. Y, como todo buen cliché, suena repetitivo, absurdo, ñoño, cansino. Un lugar común al que me aferraba, vaya, y que perdió su sentido. 

Creo que nunca había sentido lo que significa realmente renacer de las cenizas, o quizá sí lo sentí y al dejar de sentirlo durante años perdí la referencia. 

Básicamente siento... campanas. ¿Cuál es la sensación equivalente, y NO es euforia, a sentir un campanario atronando?

Seré sincero: durante años fui encerrándome, me fui perdiendo en mí mismo hasta olvidarlo todo. Olvidé quién era, me aislé. ¿Motivos? Bueno, los hubo, solo hay que remontarse esos años atrás y extraer conclusiones (o lanzarse al vasto campo de la imaginación y teorizar, lo que me parece divertidísimo cuando me cuentan esas teorías. Solo que, si os lanzáis a teorizar, por favor, aplicad el principio de la navaja de Ockham recordando, siempre, que aunque en igualdad de condiciones la respuesta más sencilla sea la más probable no la convierte, ni mucho menos, en la verdadera). Tan enterrado y tan encerrado estaba que creí haberlo perdido todo. En el enunciado anterior está la clave: CREÍ. Y lo hice con total convicción, hasta ser arrastrado a un lugar triste: la noche oscura del alma, que en mi caso no fue una noche, fueron casi 13 años. 

Retomo antes de caer más en metáforas místicas. CREÍ es la palabra clave, porque de repente (y con mucha ayuda) un par de días en un lugar familiar me traen de vuelta. Pienso ahora en Platón, en la caverna, en las sombras y los prisioneros y los que escapan... y mira, no, me niego a caer ahí (otro cliché).

Dos días que me hicieron entender que lo que creía perdido no lo estaba, estaba ahí. Por mi educación en el catolicismo, se me viene a la cabeza uno de los fragmentos más conocidos del Nuevo Testamento: La carta de San Pablo a los Corintios que dice algo así como "El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia, ni es presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta"... (Por favor, no me seáis tan simples a estas alturas como para creer que estoy hablando de parejas o rollos del pasado remoto o del presente o del futuro). Hablo de gente que está ahí y que ha esperado años y años a que yo volviera y no en el sentido físico, sino volver... Y esto, amigos, es un puto milagro. O al menos yo lo veo así.

Entender esto es despejar de golpe todas las inseguridades, que no hacerlas desaparecer, por supuesto, y amanecer en todo lo que un día fui y creí enterrado. Ahora, de repente, todo es diferente, se ve bajo una luz nueva.

Es por ello por lo que ahora sí que tiene sentido decir que he renacido de mis cenizas.

He vuelto.

Comentarios

Date por achuchado, ¿Eh, fenómeno?

Y ahora... a seguir volando. ^_^

Entradas populares de este blog

Ellos se van, tú te quedas

"A la vida bona"

Reflexiones irreflexivas sobre violencia simbólica y la bandera LGBTIQ+