Entradas

Mostrando entradas de 2023

Esperar…

De repente, me siento cansado de esperar. ¿Esperar qué? supongo que esperar que algo cambie. Todo sigue igual a pesar de haber movido los cimientos. Por mucho que reflexione en lo que mi terapeuta me recuerda una y otra vez (todo lo logrado y lo increible que es) me cuesta verlo. Lo sigo viendo todo igual porque, realmente, fuera de mí nada ha cambiado. ¿Qué esperaba? Algo... y cuanto más miro, menos veo. Y, no sé... la constante sensación revoloteante de que nunca es suficiente, haga lo que haga, estoy condenado a ello: nunca ser suficiente. Ni siquiera algo. Todo avanza a mi alrededor y yo llevo perdida la cuenta de los años en que todo freno, de golpe. Y esperaba que dar tantos pasos cambiase algo, pero nada. Estoy empezando a considerar que esperar ya no es que sea un espejismo, es que es cruel. Tener esperanza es muy cruel cuando no hay nada. Me siento triste, pero quizá más que triste me sienta muy cabreado. Llevo días en los que no soy capaz de sentir otra cosa que no sea frustr

Reflexiones irreflexivas sobre violencia simbólica y la bandera LGBTIQ+

  Sólo para que quede claro: El llevar una bandera del orgullo LGBTIQ+ no te identifica como miembro del colectivo, sino como militante en la lucha por el Derecho Humano más básico: existir, o sea, tener una identidad propia y libre. Quitar una bandera arcoíris o prohibir explícitamente que se exhiba es un acto de violencia simbólica que mancha ipso facto a quien lo obra y a quien lo consiente con su silencio u omisión. Pero ¿qué es violencia simbólica? Según Bordieu es aquella en la que un ente  dominador ejerce violencia indirecta en contra de unos entes dominados. Al quitar esa bandera, que representa la libertad de tener una identidad NO impuesta, por ende, se está reconociendo abiertamente  como ente dominador una identidad frente a otras, y, por lo tanto, estas últimas son rebajadas porque, y aquí llegó por fin el concepto, no son “normales”. Como no son normales, etimológicamente, no pertenecen a la norma y todo lo que está fuera de la norma no debe existir, o se debe silencia

φοῖνιξ

Hace años, cuando este blog era el de un post adolescente, me consideraba un fénix; ya sabéis, el ser mitológico que tras morir renacía de sus cenizas. Lo usé hasta la saciedad, hasta convertirlo en un cliché. Y, como todo buen cliché, suena repetitivo, absurdo, ñoño, cansino. Un lugar común al que me aferraba, vaya, y que perdió su sentido.  Creo que nunca había sentido lo que significa realmente renacer de las cenizas, o quizá sí lo sentí y al dejar de sentirlo durante años perdí la referencia.  Básicamente siento... campanas. ¿Cuál es la sensación equivalente, y NO es euforia, a sentir un campanario atronando? Seré sincero: durante años fui encerrándome, me fui perdiendo en mí mismo hasta olvidarlo todo. Olvidé quién era, me aislé. ¿Motivos? Bueno, los hubo, solo hay que remontarse esos años atrás y extraer conclusiones (o lanzarse al vasto campo de la imaginación y teorizar, lo que me parece divertidísimo cuando me cuentan esas teorías. Solo que, si os lanzáis a teorizar, por favor