-La extraño, Will... la echo tanto de menos... -Lo sé, lo sé... pero algún día pasará, créeme: pasará... ... ... ... No sirve de nada seguir sumido en la oscuridad...
Hacía mucho tiempo que no escribía aquí, pero mi vida ha sido un camino monótono y casi de inercia estos últimos meses. Sin embargo, hoy, a estas horas ya de la madrugada, necesitaba escribir para exteriorizar sentimientos. Acabo de llegar de la ceremonia de despedida de alumnos de segundo de bachillerato de mi colegio. Y en resumidas cuentas, cada vez lo llevo peor. El primer año estuve frio, no conocía a los alumnos y básicamente fue un trámite. El año pasado conocía de una optativa del año anterior pero no había, que digamos, muchos lazos de unión, salvo excepciones. Pero sin duda este año me he emocionado, aunque ni he querido ni he podido exteriorizarlo ante ellos. Y es que, una de las cosas malas de pasar del lado de los que se van al lado de los que se quedan, sin ningún tipo de transición, hace que no te acostumbres muy bien al hecho de dejar volar a los pájaros del nido, por así decirlo. Y sé, y lo comentaba a un compañero, que cada año va a ser peor. Sobre todo porque, con
ANTES DE EMPEZAR A LEER: vete al margen izquierdo abajo y apaga la música, te hará falta. Sin duda alguna, si tanto me atrae el Siglo de Oro es porque a pesar de todo se sabía vivir, se disfrutaba la vida, la gente sabía reírse sanamente de todo y de todos a pesar de vivir la más miserable de las épocas. Sin duda es una gran lección que deberíamos aprender TODOS: aprender a sonreír al mal tiempo. Y aquí es donde aparece Juan Arañés, un compositor a caballo entre los siglos XVI y XVII que compuso, a mi juicio, la mejor pieza que canta a la sana diversión y a la risa de todos de la época. La chacona "A la vida bona", también llamada "el sarao de la chacona". Aquí lo tenéis, ponerla bien alto y seguir leyendo: Me puedo imaginar lo que pasaba en los palacios, en las plazas o en los teatros cuando sonaba esta pieza. Me imagino que la gente se la sabría de memoria, la cantaría a gritos y la bailaría con apasionamiento, supongo que, como toda chaco
Sólo para que quede claro: El llevar una bandera del orgullo LGBTIQ+ no te identifica como miembro del colectivo, sino como militante en la lucha por el Derecho Humano más básico: existir, o sea, tener una identidad propia y libre. Quitar una bandera arcoíris o prohibir explícitamente que se exhiba es un acto de violencia simbólica que mancha ipso facto a quien lo obra y a quien lo consiente con su silencio u omisión. Pero ¿qué es violencia simbólica? Según Bordieu es aquella en la que un ente dominador ejerce violencia indirecta en contra de unos entes dominados. Al quitar esa bandera, que representa la libertad de tener una identidad NO impuesta, por ende, se está reconociendo abiertamente como ente dominador una identidad frente a otras, y, por lo tanto, estas últimas son rebajadas porque, y aquí llegó por fin el concepto, no son “normales”. Como no son normales, etimológicamente, no pertenecen a la norma y todo lo que está fuera de la norma no debe existir, o se debe silencia
Comentarios