De rebus nondum scriptis

Quería escribir sobre algo, pero no sé de qué. Me he puesto frente a una entrada en blanco y de inmediato he decidido dejar fluir la conciencia. Un ejercicio de escritura casi automática, pero menos inconsciente y más coherente, supongo y espero. 

Mientras abría Blogger, me he preguntado "¿de qué quieres escribir hoy?". La tentación es volver a lo de siempre, al tema clásico y manido del amor. Profundizar una vez más en la abstracción, en la metacognición, en la (ausencia de) experiencia en ese campo y en el deseo (obsesivo) de lograrlo. ¿Merece la pena? ¿Otra vez? Ya ni lo sé. 

Podría escribir sobre otro cliché resumido en una frase que escuché hace tiempo ("lo que realmente cambia nuestra vida es eso que nos sorprende una anodina tarde de martes cualquiera") y cómo todo en lo que creía y sentía seguro empezó a tambalearse, a derrumbarse. Muchos conocéis esa sensación, estoy seguro. No es agradable, pero he aceptado, creo, que es parte de la vida y que la mía ha entrado, ineluctablemente, en una nueva fase tan natural como aterradora. 

Podría escribir sobre el tempus irreparabile fugit que cobra cada vez más sentido, o sobre el carpe diem que cada vez lo tiene menos, o del collige virgo rosas, que en mi caso jamás lo tuvo. 

Podría escribir sobre la fragilidad, sobre la inconsistencia de todo, sobre las futilidades de la existencia en esta especie de barroco vital en el que he entrado. Crisis rodeada de oropeles y genialidad, todo a un tiempo; solo que soy demasiado indisciplinado e inseguro como para perseguir el ingenio para el que, según dicen, tengo bastante talento, aunque recelo y sospecho cuando me lo dicen. 

Podría escribir sobre todo lo que pude vivir y no he vivido. ¿Que puedo vivirlo ahora? ¿Que los 40 son los nuevos 30? Vaya chorrada. Todo tiene su momento, como bien recuerda ese exquisito poema bíblico del Eclesiastés; y ya me he perdonado por no vivirlo y, más importante aún, a seguir adelante y a indagar en qué puedo vivir ahora. ¿Sabíais que en el cristianismo es un pecado no disfrutar la vida? Vale, no es exactamente eso, y es una cuestión bastante más compleja que la simplificación que acabo de hacer. Pero dadle una vuelta a lo que supone eso. En serio, dádsela. 

Podría escribir sobre hablar, compartir, pero siempre elijo la introspección. Alguna vez, mi terapeuta alaba mi capacidad introspectiva y de lo bien que hago toda esa parte y de lo jodidamente profundo que soy capaz de llegar. Quizá demasiado, pero al menos, esa parte, la tengo pulida. Tanto que la parte contraria está en bruto y siento un terrible pánico paralizante cuando de practicarla se trata... pero estamos trabajando en ello. 

Podría seguir escribiendo, pero lo que estaba en blanco ya no lo está. Con eso me basta.

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