Ellos se van, tú te quedas

Hacía mucho tiempo que no escribía aquí, pero mi vida ha sido un camino monótono y casi de inercia estos últimos meses. Sin embargo, hoy, a estas horas ya de la madrugada, necesitaba escribir para exteriorizar sentimientos.
Acabo de llegar de la ceremonia de despedida de alumnos de segundo de bachillerato de mi colegio. Y en resumidas cuentas, cada vez lo llevo peor. El primer año estuve frio, no conocía a los alumnos y básicamente fue un trámite. El año pasado conocía de una optativa del año anterior pero no había, que digamos, muchos lazos de unión, salvo excepciones.
Pero sin duda este año me he emocionado, aunque ni he querido ni he podido exteriorizarlo ante ellos. Y es que, una de las cosas malas de pasar del lado de los que se van al lado de los que se quedan, sin ningún tipo de transición, hace que no te acostumbres muy bien al hecho de dejar volar a los pájaros del nido, por así decirlo. Y sé, y lo comentaba a un compañero, que cada año va a ser peor. Sobre todo porque, con cada nueva promoción que se marchará, hay cada vez más lazos afectivos.
La vida es así: ellos se van, tú te quedas. Tu labor queda ahí y esperas haber dejado algo que les estimule, que les aliente, que les haga salir cada día sin desanimarse ante las muchísimas dificultades que tendrán que enfrentar. Ahí quedas, en su pasado y volviendo la vista para vivir de recuerdos.
Y de repente, cuando los ves a todos con sus becas, trajeados y guapísimos te dan ganas de ir uno a uno y abrazarles y decirles al oido: siento mucho el día que te mandé tantos deberes sin importarme que al día siguiente tuvieras examen,  siento aquel castigo que te puse, siento aquel día que no estaba al 100%, siento aquel día que tú pagaste mi cansancio acumulado, siento aquel suspenso, siento aquel 6,75 que no redondeé a 7, siento mucho mis errores, siento mucho el no haberme acercado a hablar contigo ese día que te sentías mal... y así un largo e individualizado etcétera de disculpas seguidos de un: espero que seas feliz, espero que encuentres tu camino, espero que cumplas tus sueños, espero que nunca tengas que volver a llorar, espero que... muchas cosas sinceras y a corazón abierto. Desearía pasarme la noche hablando con cada uno y darles consejos y decirles que pase lo que pase, la vida, como escuché una vez en una película, "es tan bonita que parece de mentira", que disfruten cada segundo de su vida universitaria, que se relacionen y experimenten la gran satisfacción que supone el hecho de haberse convertido en alguien que ha abierto las puertas del mundo de par en par, que sepan administrar bien su tiempo porque, realmente, habrá tiempo para todo y que vivan un intensísimo "carpe diem" en esos años que, en mi caso, fueron los mejores de mi vida y que lo hagan así porque, realmente y como decía Quevedo, "hoy es ayer".

Sí, hoy ya es ayer. Y la gran crueldad de este mundo es ir dejando atrás todo lo que quisieras revivir continuamente, con sus ratos buenos y sobre todo con los malos, porque son los malos los que te han moldeado y como persona nunca se está terminado del todo.

Solo os deseo lo mejor. Lo mejor para cada uno de vosotros, que habéis formado una parte de mí y habéis contribuido a moldearme en este proceso inagotable de aprendizaje. Sí, digo bien, aprendizaje. Vosotros me habéis enseñado también a mí, aunque suene a tópico rancio. Lo que realmente cuenta al final de todo es la huella que cada uno ha dejado en el otro, no los temas, los exámenes y los resúmenes. Son esas huellas, esas muescas en la arcilla, las que hacen que tu vida, como un jarrón de artesanía, sea única y preciosa. Nunca lo olvidéis: sois únicos y preciosos siendo como sois. Todos vosotros.

Enhorabuena.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Muy buena entrada profe, pero los que realmente han apreciado su trabajo, su esfuerzo y su 'entrega' para que la relación entre alumno y profesor no se quede en ese ambiente frío, tenga claro que usted se queda pero nosotros también nos quedamos.
Un saludo Goncho.
jorg ha dicho que…
Bienvenido al club. Los buenos profesores sufren al ver como los alumnos se marchan pero deben seguir su destino. Merece la pena enseñar y educar porque el amor y cariño que te demuestran es infinito. Ellos, deben seguir su camino y nosotros caminar hacia la meta, que ojalá esté muy lejos, eso será una señal de que nos quedan muchos años educando jóvenes. El recuerdo de un profesor es manifiesto, pero siempre que sea un buen y gran profesor. El maestro o profesor que educó bien no se olvida nunca. Tal vez es la única forma que tenemos de convertirnos en lo que yo pienso que es la profesión más maravillosa del mundo: ser profesor. Sigue con fuerza y aunque pasen los años sigue con la ilusión del primer día por educar y enseñar. Hoy, más que nunca se necesitan los grandes educadores del siglo XXI que ayuden a los alumnos. JORGE
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