Esperanza cruel.

Pierdo el sonido de tus pisadas alejándose. Cada vez es más imperceptible el murmullo crujiente de tus pasos en la tierra nevada... ya no están.

Me he quedado aquí, esperándote en vano. Ya te has ido para no volver. Estoy sólo en esta especie de plazoleta. A lo lejos el sonido de una fuente aun encendida, a pesar de las altas horas de la madrugada. Sólo una farola ilumina esta plaza y en contraste con la luz amarilla, copos de nieve gruesos. Caen lentamente, como plumas. No sopla ni una pizca de viento. Hace mucho frío.

Tomo plena conciencia de que estoy total y absolutamente solo en este paraje. Ni siquiera el sonido de un coche en la lejanía... nada.

Te has ido para no volver y he olvidado tus últimas palabras.

"Estás bien, estás bien"-me repito- "Has sobrevivido, estás bien"

No lo estoy, no estoy en absoluto bien. Pero aun así continúo con esta farsa: "estás bien"

No lo estoy. Pero no voy a dar mi brazo a torcer ni mucho menos voy a exteriorizarlo. Ni quiero ni puedo... hace demasiado frío esta noche.
Me siento culpable por no recordar tus últimas palabras y por no recordar... Cuando algo acaba, por norma general, se recuerda como empezó. Es una máxima humana. Nos gusta regodearnos en nuestra desgracia.
Pero aquí me tienes, intentando demostrarme "no se qué cosa". ¿Que eres más fuerte de lo que crees? Si lo fuera no sería más inteligente... yo qué sé.

Ya he perdido la cuenta del tiempo. No del espacio. El silencio, los pocos copos que caen con pereza, la luz amarillenta de la farola, el sonido del agua de la fuente a lo lejos... todo parecía preparado. Es precioso sentirse triste en un sitio así, ¿no te parece?.

Hay sitios y momentos hechos para cada sentimiento.

Es mejor levantarse e irse. El frío me quita las ganas de respirar... Aunque mañana, cuando me levante, tendré que volver a recordarme por qué sigo respirando.

Doy dos pasos lentos, muy lentos. Aun espero que vuelva. Doy tres más y caigo. Apoyo mis manos en la tierra empapada por la nieve... todo sucede a cámara lenta. Tan lenta que se me vienen mil imágenes a la cabeza mientras caigo. Las rodillas y las palmas de mis manos tocan el suelo a la vez. Me quedo mirando el suelo y jadeando.
No sé cuánto rato he pasado así.

Para levantarme inclino mi cuerpo hacia atrás y flexiono hacia delante las rodillas una a una.
Vuelvo a mirar al frente.

Me he levantado y vuelvo a mirar al frente. Pero sigo sin saber por qué tendré que volver a respirar, ni por qué me he levantado cuando lo único que quería era quedarme postrado en la nieve.

Conclusión: La esperanza es la máxima expresión de la crueldad universal.

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