Esas escaleras

Me robaste una parte de mí en esas escaleras. Te pediría que me la devolviese si tuviera el valor de volver a hablar contigo. Es que aun recuerdo de lo que hablabas... qué mal. Recuerdo el camino a casa. Recuerdo el frío de la noche de marzo y mis brazos con la piel de gallina. El olor a brisa del páramo. Tu peinado, tu perfume... qué mal.
No te confundas, ya no siento nada por ti, pero me gusta recrearme en ese recuerdo cuando llegan estas fechas. Al fin y al cabo, aislándolo de lo que pasó unos meses después, es un gran recuerdo, un recuerdo precioso.
A veces me gustaría revivirlo, pero creo que lo mejor de los recuerdos es que son recuerdos. Es de los pocos que creo que no he desvirtuado y permanece muy puro, muy fiel al hecho original.
Tu y yo en esas escaleras. Bueno, sobre todo tú sin parar de hablar y yo sin parar de asentir. Y luego el largo camino que acabó en un beso de los que se imprimen en los labios para siempre.

No es un recuerdo triste, ni que me entristece, de hecho ahora estoy sonriendo. Qué bonito.

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