Es la hora: estáis preparados, estoy preparado.

Hacía bastante tiempo que no actualizaba este blog, pero, francamente os digo que ha sido algo muy intencionado. Quería reservarme para este post. Un post especial y profundamente sincero.
Hay cosas que, en el master de profesorado, no enseñan. Y una de ellas es cerrar una etapa.
Este viernes tiene lugar esa ceremonia en la que se dice adiós a otro grupo más de 2ºBach. Ya he expresado más veces lo que para mí significaba ese hecho y lo orgulloso que me sentía de los "graduandos".
Esta vez es diferente. Los alumnos a los que el viernes despedimos (a medias, todavía faltan finales y algunas clases de pre-PAU) son para mí especiales. Fueron los primeros a los que acompañé desde 2ºESO. Los he visto crecer, muy a mi pesar, salvo dos o tres casos, de ser yo el que les sacaba una cabeza, a ser ellos los que me saquen una... e incluso dos. No miro a nadie. E incluso con algunos he tenido clases desde ese 2ºESO hasta 1ºBachillerato. Qué pena y a la vez qué alivio de no haberos tenido en 2ºBachillerato.
Tópicos y más tópicos aun, ¿verdad?
Vale, iré al grano.
Vosotros sois el mejor recuerdo que tengo como profesor.
Sí, es verdad y nunca se lo he dicho a nadie tan claramente: en todos los momentos que, como profesor, he tenido de profunda felicidad habéis estado muchos de vosotros.
De TODOS tengo, al menos, una historia en la que pienso y me río y me reconforto en esos breves, pero intensos momentos, en los que pierdes el norte profesional (sí, los profesores somos humanos, más humanos incluso que el resto de humanos a veces).
Y esto, creedme, no se ha conseguido en el aula, no todo al menos. En un 80% o más, se ha conseguido en esos momentos de patio en los que, u os acercabais y me rodeabais (por favor, lo del "piña-piña" dando saltitos a mi alrededor me hace querer meterme bajo tierra y no salir, evitadlo, por Dios, que soy mucho más vergonzoso de lo que parece) o yo me acercaba, que también. Por cierto, cómo me encanta cuando venís a saludar, preguntar y hablar. En muchas ocasiones me habéis reconducido un día un poco regular solo con eso.
Ahora llegaría el topicazo de "me da pena que os vayáis", pero no.
Por primera vez me siento muy contrariado. Me siento muy feliz de que os vayáis, de que vuestra andadura en el colegio haya terminado, porque sé lo que os espera fuera: el mundo. Y estáis preparados para el mundo, aunque aun os faltan unas cuantas lecciones que, lamentablemente, aprenderéis en su mayoría a vuestro pesar. Pero nunca olvidéis lo que más de una vez os he dicho: esas son las cosas que merece la pena aprender, las que vienen a nuestro pesar. Porque son las que dejan poso y te configuran.
Me siento profundamente alegre y profundamente orgulloso de decir: estos hombres y mujeres han sido mis alumnos y son la mejor muestra de lo que las personas deberían ser. Y quien diga lo contrario me encuentra. Y no me refiero tanto a lo académico, sino sobre todo por vuestro carácter, sois lo mejor que ha pasado por mis aulas.
Vosotros estáis preparados, porque creo, profundamente, que estáis destinados a la felicidad. Y siendo un poco más egoísta, estoy preparado para deciros ese "hasta luego" que toca decir.
Aunque no pueda imaginarme el colegio sin vosotros, sin cada uno de vosotros, tiene que ser así. Y ese será el motivo por el que, probablemente, se me escape alguna lagrimilla en vuestro acto (enseño literatura, ¿qué esperabais?) Da igual, después me acordaré de algunos de esos momentos que mencionaba arriba y me pondré a reír. Contrariedad de contrariedades. Todo contrariedad.
En el Libro de Alexandre, uno de los mayores exponentes del Mester de Clerecía del siglo XIII, Alejandro Magno le decía a Aristóteles algo así como "tú eres mi maestro y por ti se clerecía". Me gustaría cambiar la cita, ya que "vosotros fuisteis mis pupilos, por vosotros adoro la clerecía".
Quisiera acabar dándoos las gracias. Unas gracias sonrientes, de las que se dan después de un gran favor, de los que te cambian la vida. Un gracias por ser como sois. Por haberme hecho tan feliz como me habéis hecho. Por esas horas que se pasaban volando. Por lo que me habéis hecho reír, aprender, pensar y disfrutar. Porque, no lo olvidéis, sois mi mejor recuerdo docente. Y sobre todo, por ser el tesoro que un profesor, que dejó toda una vida atrás, encontró y siempre conservará.

HASTA SIEMPRE y GRACIAS

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