Otro año más.

Un axioma de nuestra estancia en este mundo es que el tiempo pasa. ¿Cruel? No, simplemente es la vida. Y aquí estamos, otro año más. Haciendo balance de lo que hemos dejado atrás en los últimos meses. Me pregunto, o al menos me sigo preguntando qué sentido tiene volver una y otra vez en lugar de cerrar. Y la respuesta siempre es la misma: supongo que aún hay un lazo de lo que este sitio supone que no quiero cortar, porque cortarlo sería renegar de toda la singladura que me ha traído hasta aquí hoy y que me seguirá llevando.

Durante los últimos meses he pensado mucho en ello (no en cerrar el blog, que al fin y al cabo es anecdótico como parte de todo esto, me refiero a la importancia de no renegar de lo que fui) y mis sesiones con un psicólogo (sí, finalmente me he animado y, la verdad es que me pregunto por qué no las he empezado antes) muchas veces han tratado de ello. Pero quizá, hasta ahora, lo de no renegar no llevaba a nada más que a vivir en la nostalgia de lo que ya fue y no volverá. Ahora lo empiezo a ver con mayor perspectiva y es que, sí, hubo cosas que no debo olvidar para no volver a caer en ellas; otras que no debo olvidar porque, sí, fui muy feliz en ellas y me han ayudado a ser quien soy. Pero las más importantes, en mi opinión, es que en ese pasado está la mejor versión de mí mismo, de la que nunca debí apartarme, y debo volver a ella. 

No es un ejercicio de nostalgia haberme examinado tanto en los últimos meses (la terapia, es lo que tiene) y haber descubierto esto de mí y querer volver a ello, porque durante un tiempo, quien fui era una versión de mí mismo que me sigue admirando: alguien con una confianza y una seguridad en sí mismo que me sigue asombrando y que durante 12-13 años he encerrado en lo más profundo de mí… pero está ahí y estoy más que decidido a encontrarlo y volverlo a sacar. Increíble lo que se consigue con la terapia… 

Otro asunto importante sobre la que he reflexionado en mi horita semanal de terapia es la importancia de ponerle nombre a las cosas: darles nombre a las cosas las hace existir. Hace un tiempo, tras volver de una consulta con la médico que me lleva la dieta, escribí un hilo en Twitter, en un tono de lo más triunfalista, donde hablé de ello: tuve obesidad mórbida, aunque como la médico me dijo entonces sigo siendo obeso, pero un obeso que ahora solo tiene un ligero sobrepeso y que volverá a niveles alarmantes de obesidad en cuanto baje la guardia. Y esto lleva a la siguiente reflexión: si en un año he bajado 45 Kg, tengo la fuerza en mí para no volver sobre mis pasos. 

Aquí algo que no dije en ese hilo y a lo que también puse nombre: durante años he sido (y supongo que, al igual que con la obesidad, aún soy) presa de algo llamado distimia, que es algo así como una forma de depresión persistente, pero más leve, en la que ha habido periodos en los que me hundí en episodios de depresión mayor. Supongo que lo uno me llevó a lo otro o lo otro a lo uno: la obesidad mórbida a la distimia o la distimia a la obesidad mórbida, qué se yo. Lo único que sé al respecto es que ahí no quiero volver. 

Qué importante es la salud mental, hay que joderse… 

El caso es que, entre vueltas y regresos a lo que un día fui, estoy a 10 días de volver a Cáceres tras… ¿6 años? ¿quizá 7? Y estoy impaciente. Allí fui tan feliz… y sé que no busco revivir la felicidad de los 6 años que pasé allí, pero necesito, ahora más que nunca, reencontrarme con todo y con todos ahora que he empezado a apostar por mí y a perdonarme por todos estos años, porque todo se va a ver y vivir con un prisma diferente.

En un tiempo te contaré, supongo. Y si no, como en ese magnífico capítulo de The Sandman, volveremos a reencontrarnos aquí en un año.


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