Reflexiones irreflexivas sobre violencia simbólica y la bandera LGBTIQ+

 Sólo para que quede claro:

El llevar una bandera del orgullo LGBTIQ+ no te identifica como miembro del colectivo, sino como militante en la lucha por el Derecho Humano más básico: existir, o sea, tener una identidad propia y libre. Quitar una bandera arcoíris o prohibir explícitamente que se exhiba es un acto de violencia simbólica que mancha ipso facto a quien lo obra y a quien lo consiente con su silencio u omisión.

Pero ¿qué es violencia simbólica? Según Bordieu es aquella en la que un ente  dominador ejerce violencia indirecta en contra de unos entes dominados. Al quitar esa bandera, que representa la libertad de tener una identidad NO impuesta, por ende, se está reconociendo abiertamente  como ente dominador una identidad frente a otras, y, por lo tanto, estas últimas son rebajadas porque, y aquí llegó por fin el concepto, no son “normales”. Como no son normales, etimológicamente, no pertenecen a la norma y todo lo que está fuera de la norma no debe existir, o se debe silenciar. 


Ser silenciado es el objetivo y he aquí el gran mantra de estos entes en supuesta posesión de la identidad  “dominadora”: “Eh, que a mí no me importa lo que hagas en tu cama”. Faltaría menos. Pero, independientemente de que esto no va sólo de amor o sexo (de esto ya hablaremos otro día, porque vaya tela), entiendo entonces, que se pretende relegar la identidad discrepante a la intimidad absoluta, es decir, al silencio del hogar… como decía el personaje de la Madre en Bodas de Sangre: “y una pared de dos varas de ancho para todo lo demás”. 


Por consiguiente, según esta idea, en el mundo exterior a esos muros, sólo tiene cabida lo “normal”, o lo que es lo mismo, la cisheteronormatividad, es decir, todo lo que no sea cisgénero y heterosexual NO cabe. Pues mira, no.


La cosa se agrava aún más cuando esa violencia simbólica legitima una violencia directa en forma de agresión, del tipo que sea: quitar esa bandera legitima atacar todo lo que representa. Y es aquí donde llegamos a la famosa lona, digna del mismo Goebbels, en la que se arroja, entre otras cosas, una bandera arcoíris a una papelera, dicho en otras palabras, todo lo que representa esa bandera, al estar fuera de la cisheteronormatividad, ya no sólo NO es normal, sino que es BASURA. 


Explico por qué la mención a Goebbels. Durante años, los alemanes culpaban al “judaísmo internacional” de sus problemas, a continuación, fueron bombardeados con propaganda en la que se lanzaban mensajes como: “los judíos son la perversión de la raza”, o sea, deshumanizó a los judíos convirtiéndolos, entre otras cosas, en monstruos o ratas; como consecuencia, la violencia simbólica se convirtió en agresiones por toda Alemania (buscad, como ejemplo ilustrativo, información sobre la “Noche de los cristales rotos” de 1938). Así, cuando comenzó el exterminio del pueblo judío, una gran parte de los alemanes entendía su eliminación como algo perfectamente natural y actuaron en consecuencia. 

Llevamos años en los que se están lanzando mensajes contra el llamado “lobby LGBT”, contra las mujeres transexuales por parte del llamado “feminismo excluyente”, o por parte de hombres cisheterosexuales diciendo cosas aberrantemente grotescas como recurrir al cambio de sexo legal en el registro para estar más protegido ante cierto tipo de denuncias o el hecho de bromear con cosas como “te operan antes para hacerte un coño que de menisco” (oído a un par de señores de mediana edad y, cómo no, pulserita reluciente con la rojigualda), o decir que la bisexualidad es vicio, o que una simple charla de educación afectivo sexual es adoctrinamiento, o que las mal llamadas “terapias” de conversión son algo estupendo, o que se está hasta las narices de la inclusión forzada en productos culturales, y suma y sigue. El siguiente paso, bombardeo de propaganda, ha empezado, si es que no había empezado ya aunque con más torpeza (acordaos de ese montaje en redes sociales basado en la escena de Aragorn cargando en la Puerta Negra en El Retorno del Rey, o aquel bus de la vergüenza), en forma de lona gigante, que, en mi opinión, debería haber sido retirada en el acto, no a los 3 o 4 días. No hace falta adivinar cuál podría ser el siguiente paso.


¡Anda, qué exageración! Pues mira, ojalá esté exagerando. Pero a mi edad, casi 37, ya puedo afirmar categóricamente dos cosas en base a lo que he vivido: primero, que el ser humano está condenado a repetir su historia una y otra vez; y segundo, que cada vez que he visto al mundo cambiar, suele ser para peor. Y es que, volviendo a la retirada /prohibición de banderas y la violencia simbólica, han dejado claro su mensaje: van a por todas, sin ningún tipo de remordimiento ni conmiseración. Van a ir a por todas. 


El desprestigio inicial y prolongado ha sembrado el mundo y este país de personas que recelaban primero, despreciaban luego y ya se sienten legitimados para dar el siguiente paso, la acción violenta. Según las últimas estadísticas de las que dispongo, el Ministerio del Interior cifró en casi un 70% el ascenso de los delitos de odio contra personas LGBTIQ+ en 2021 respecto a 2020. Según los Mossos, en Cataluña, los delitos de este tipo se incrementaron un 47% en el primer trimestre de este 2023 respecto a 2022. Tras esto, no hay sino una reacción fraguada durante años por los mensajes que antes ejemplificaba. Ahora que ha comenzado la propaganda deshumanizadora, que clasifica como basura al colectivo LGBTIQ+, no es posible sino seguir batiendo records. 


Que sí, que quizá el incremento sea porque se denuncian más, pero el número de delitos cometidos con o sin denuncia sigue siendo el mismo o, paradójicamente, puede ser menor. Yo, sinceramente, no lo creo. 


Creo que la guerra que veíamos tan lejana ya ha sido declarada y las armas no deben ser en ningún caso otras violencias simbólicas o físicas (que, si no, reclaman el orgullo hetero, pobrecitos, que están reprimidos y siendo ellos deshumanizados) sino cargarse de razones y combatir con la palabra y el argumento. No hay más. Idealista a más no poder, sí. 


Y que en esta toma anual de las calles, se deje claro de una puñetera vez por todas que no se va a volver al silencio, que el hecho de existir es el primero de los derechos, que ya está bien de estoicismo, respeto y aceptación, sino que lo que se busca es la integración, frente a la segregación normativista / uniformista, agreste y montaraz, de los que deben quedar fuera: la ultraderecha y sus cómplices.


PS: Sinceramente, no sé si algo de lo que he dicho no es una falacia. Por eso “reflexión irreflexiva”

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