Tiempo de silencio...

Esta noche me desperté abrazado a un cojín de mi sofá. El frío no podía ser más frío. Pero era aquel frío que no se siente por la piel y cala los huesos, como el agua cala en las grietas sin necesidad de mojar todo lo que hay alrededor. Y así me encontré, frotándome los ojos y calmando mis sueños, los que tuve abrazado al cojín y no fueron, no son, no serán.
Fuera, el viento soplaba con muy mala leche, parecía que estuviera enfadado con nosotros, bueno, conmigo. No creo que nadie más haya tenido semejante estupidez de idea. Casi esperaba que rompiera los cristales y entrase a lo grande haciéndome sentir ya frío del todo.
Aquél que se cura parapetándose en otro... pero sólo tenía mi cojín y mi manta vieja. Con los ojos de la vetusta torre mirándome -tranquila, puedes mirar, no te vas a escandalizar con nada- y la noche estrellada en lo alto y a los pies, hacia el sur, las torres de la gran ciudad ocultas tras el ramaje desnudo de un... da igual, no sé que árbol es; sólo sé que está desnudo por el invierno.
Dicen que puede que mañana nieve. Me apetece ver nevar, me hace sentir niño otra vez, aunque, siendo justos, nunca vi nevar cuando fui niño.
Ya no me gusta ir de fiesta, ya no me gusta beber hasta perder de vista los problemas, ya no me gusta bailar tímidamente aunque sé que lo hago como el culo y procuraba, por tanto, estar muy desinhibido para hacerlo. Ya no me gusta quedar con la gente, ya no me gusta oír campanas tantas veces o a tanto volumen. Quizá ya no me guste ser joven, pero quiero serlo. Quizá el desencanto de este mundo tenga muchísimo que ver, pero no soy tan cínico aun como para permitirme seguir sonriendo a pesar de todo.
Duele pensar, bien es cierto que hace mucho que no "pienso", ya me entendéis... pues eso, duele pensar. No hablo de lo que pasó, evidentemente, eso ya forma parte de los archivos de la memoria.
Y parece que todo cuanto soy capaz de ver es cómo el caballo enloquecido me lleva de cabeza al abismo y no puedo hacer nada. No tengo motivos para llorar, no lo haré. Soy mucho más fuerte, pero aun así, hay grietas que dejan penetrar el frío, el hielo, la lava... todo me forja.

¿Qué es eso? El poema "lo inefable" de Delmira Agustini... me encanta.


Yo muero extrañamente…No me mata la Vida,
no me mata la Muerte, no me mata el Amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida…
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?…
Cumbre de los Martirios!… Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz!…
Pero arrancarla un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable!… Ah, más grande no fuera
tener entre las manos la cabeza de Dios!

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