NOCHE DE DIFUNTOS

Aqui os dejo el relato que he presentado al certamen de Narracion corta de la facultad. Dadme vuestra opinion.
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Más allá de la escalera se alzaba la imponente figura de un individuo enmascarado por las sombras. No había nadie más. San Jorge y sus alrededores estaban tan vacíos como cabía esperar a esas horas. Las campanas de la iglesia de Santiago dieron la hora: las dos de la mañana de la noche de difuntos. Por el empinado laberinto de calles del casco antiguo yacía una leve bruma. Cualquier persona sensata sentiría un escalofrío de miedo al caminar por aquel lugar... no era un día adecuado ni un lugar adecuado... el silencio helaba la sangre de Álvaro mientras se situaba bajo la pétrea majestuosidad de la Preciosa Sangre, aquel gigante que velaba el sueño de los cacereños desde su atalaya. Se fijo un instante en la silenciosa ira de la estatua de San Jorge que presidía las escaleras y después las subió. Un cuervo graznó a lo lejos. En aquel atrio en alto no había nadie... ¿era temprano o era tarde?... no, dijo que en aquel lugar y en aquella hora pero no estaba seguro del todo, por eso sacó su móvil y miró la bandeja de entrada de sus mensajes de texto. Abrió su mensaje: Si aun quieres hablar te espero a las 2 de la mañana en el atrio de la Preciosa Sangre.
Mientras leía el mensaje, Álvaro se empezó a dar cuenta de que alguien avanzaba a él por detrás. Allí estaba él.
-No cumples tus promesas... dijiste que me esperarías- dijo Álvaro.
-Si, la he cumplido, te he estado observando hasta asegurarme de que no te arrepentirías- dijo aquel otro muchacho tras señalar un recodo oscurísimo donde daba a entender que había estado.
-Me das miedo...
-No debes tenerlo.
-¿por qué a esta hora y en este lugar?
-A esta hora porque quería asegurarme de que ni tuvieras prisa por tener pendientes otros asuntos ni que nadie nos molestara... el lugar casi por lo mismo, nadie pasea por la parte antigua de Cáceres a las 2 de la mañana.
-Es normal. Este silencio hiela la sangre... ¿qué quieres de mí, Rodrigo?
-Una prueba de que eres realmente como te pensaba sin estar ciego de alcohol... y creo que ya la tengo -dijo casi en susurro Rodrigo, el otro muchacho.
Álvaro supo al instante de lo que hablaba Rodrigo y se exasperó, ¿quién era él para saber lo que realmente le pasaba por su cabeza? Le agarró del cuello y le puso contra la pared. Rápidamente le soltó e intentó huir pero Rodrigo le alcanzó antes de que llegara a las escaleras y le tiró casi violentamente contra la barandilla de piedra, se abalanzó sobre él y le robo un beso en los labios. Todo fue rápido hasta ese momento en el que el tiempo pareció haberse detenido para Álvaro... se dejó llevar y cerró los ojos pero pronto pensó en que aquello no era realmente lo que quería así que empujó al otro para quitárselo de encima. Rodrigo cayó al suelo, Álvaro le fulminó con una mirada cargada de ira temerosa:
-No puede ser... no quiero que pueda ser...
-Quieres, Álvaro- dijo con voz queda Rodrigo desde el suelo- Si no hubieras querido no habrías venido.
-¡No quiero! ¿Quién te crees que eres para entrar en mi vida y romper mis esquemas? ¿Quién te crees que eres para decirme lo que quiero o no?
-No quiero cambiar tu vida, solo abrirte los ojos a algo que no querías aceptar aunque te has tirado a la mitad de tíos de Cáceres... No es fácil pero así es la única manera.
-No soy como tú, no te atrevas a compararme contigo- espetó atropelladamente Álvaro.
-Eres exactamente como yo y tú fuiste quien me lo hizo descubrir...
Aquella situación no hacia más que aumentar la duda de Álvaro y su hastío. Sintió pereza de intentar continuar aquella discusión y quiso pasar al fondo de todo aquello.
-¿qué quieres de mi?
-No lo sé... no se por qué quiero hablar contigo y quiero buscarte desde aquella noche.
-Aquello no significó nada.
-¡Si que significó algo, Álvaro!- la paciencia de Rodrigo pareció haberse derrumbado en aquel momento- ¡De no ser así no hubieras venido!
La discusión empezó a acalorarse. Álvaro no gritaba cuando estaba enfadado sino que controlaba su voz y la hacia amenazante y fría, como un susurro, como un soplo de aire gélido que hace sentir escalofríos aun cuando estas rodeado de fuentes de calor. Ese era el tono de sus enfados, no el grito.
-No soy un puto marica, que te quede claro... si vuelves a buscarme o a llamarme o a mirarme... no responderé
-Lo eres
-Cállate- dijo en su tono Álvaro agarrando por el cuello a Rodrigo.
-Lo... eres...
Rodrigo empezó a sentir una peligrosa presión excesiva en su cuello. Álvaro le miraba furioso y le sujetaba casi en volandas. El destino quiso que la fuerza de aquel muchacho cesara en el momento justo pero también quiso que Rodrigo al ser soltado caminase hacia atrás de manera inconsciente y cayese por las escaleras. Álvaro permaneció inmóvil. No supo que hacer pero en aquel estado de absoluto desprecio por aquel ser simplemente bajó por las escaleras como pavoneándose y sin inmutarse cuando lo vio medio moribundo con la cabeza abierta y rodeado de un charco de sangre se acercó y le dijo:
-No pienso hacer nada... contigo fuera de escena puedo sentirme tranquilo… no quiero que esto se sepa y tu eres el único que parece quererlo...
-Ayu... ayuda... me
-No puedo... y no quiero... -susurraba Álvaro de un modo tan terrorífico como si se tratase de la propia muerte- no hay otra solución a esto que alguien calle o si es incapaz… que muera.
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La lluvia había dejado húmeda la plazoleta a excepción del atrio de la iglesia de Santiago bajo cuyas colosales columnas que sustentan sus impresionantes contrafuertes. Allí un muchacho esbelto, rubio y con un modo de vestir muy personal como para pasar desapercibido fumaba intranquilo. Miraba su reloj cada dos por tres… no soportaba la impuntualidad excepto cuando era él el impuntual. Se oían voces. Creyó distinguir como una voz femenina decía algo parecido a: “¡oh! Ahí esta ya”. Tras escucharlo giró su cabeza a la fuente de aquella afirmación y tras confirmar que era a quienes esperaba (una chica y un chico), levantó su barbilla con la vanidad que le caracterizaba a la par que envolvía su rostro de misterio con el humo de su boca. Tiró la colilla y fingió una sonrisa.
-¡Álvaro! Perdón por el retraso pero nos cogió la tromba atravesando el Arco de la Estrella y nos tuvimos que refugiar donde pudimos hasta que descampó un poco…- dijo la chica cuyo jersey de lana calada parecía pesar por la cantidad de agua que había caído sobre él.
Aquella chica disimulaba su precioso acento extremeño con una continua retahíla de jotas bien pronunciadas, eses bien colocadas y un patético intento de exiliar el yeísmo de su habla. Era Ana. Una chica cuyo pelo lucia de un modo distinto cada mes y a la que Álvaro llegó a insinuarse sin saber que era lesbiana sin remedio. El rubio, que así llamaban a Álvaro, conoció a Ana su primer día de universidad en Múltiples, esperando el bus… llegaban tarde su primer día de clase y decidieron irse a tomar café… era una historia larga y rara que nunca terminaban de contar, Dios sabe por qué. El caso es que Ana venia acompañada de un chico moreno, pelo semilargo y casi tan alto como Álvaro, era Rodrigo, un compañero de clase de Ana que había salido una vez con ellos dos.
Tras los besos protocolarios entre Ana y el rubio, aquella miró al chico moreno y le preguntó con picaresca:
-¿recuerdas a Álvaro o estabais demasiado borrachos cuando os presenté?
-eras… Rodrigo, ¿no?
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-eras Rodrigo, ¿no?
-Si… tú eras… Alberto…
-Álvaro- corrigió rápidamente el rubio
-No sé si quiero seguir…
-Si has llegado hasta aquí, ¿por qué no?
-Porque no se si soy como tu…
-¡Eh!- gritó Álvaro parando súbitamente su actividad- yo no soy marica.
“No, claro que no” pensó para sí Rodrigo. Aquel tío que acababa de conocer gracias a una amiga suya hacia apenas un par de horas estaba sobre él pasando su lengua por sus pezones (y Dios sabe qué vendría luego) y no era marica… “vale, hablemos en eufemismos” volvió a pensar para sí, “será… gay o bisexual como mucho”… Aquel chico tenía un claro problema de identidad sexual o en su defecto una gran borrachera o quizá ambas: se ocultaba tras una cortina etílica para no sentir después remordimientos. El problema de Rodrigo es que él se iba a acordar (y quiso creer que Alberto, o Álvaro o como cojones fuese también lo haría) y que desgraciadamente aquello le iba a marcar de porvida y que probablemente se acabaría quedando “pillao” por aquel tipo e iría detrás de él en plan despechado agresivo a pedirle explicaciones y que volviesen a repetirlo…
¡Por el amor de Dios! Aquel tipo sabia lo que se hacia…
-No quiero que acabe… -balbució entre jadeos Rodrigo- te quiero…
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-A ver, Álvaro, este es Rodrigo, el chico del que te hablé
Cordiales y educados ambos se dieron la mano y ambos vieron en los ojos del otro un carisma que no les acababa de disgustar. Aun así ambos hubieran preferido que el otro no estuviera allí.
-Espero que esto sea el principio de una gran amistad- dijo Álvaro
-No lo pongo en duda- respondió Rodrigo
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-¿Con quien has quedado?
-Con un chico de mi pueblo, Rodrigo… le he pedido que venga, te caerá bien. He quedado… -Ana miró su reloj- hace quince minutos con él en la Plaza… me va a matar.
La calle pintores era un hervidero de gente que bajaba a los bares de la Plaza. Era difícil esquivar esa masa humana sin que los empujaras y, consecuentemente, te miraran mal.
Ana se cruzó con otra chica y ambas se miraron y sonrieron.
-Deberías controlar tus hormonas- dijo Álvaro
-Ya… claro… ¿y tu me lo dices?
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-Es la primera vez que me enrollo con dos tíos a la vez… ¿me tratareis bien?- dijo Álvaro mientras dos fibrosos muchachos le desnudaban.
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Álvaro abrió los ojos de repente y vio como Rodrigo le besaba apasionadamente. Estaba en la barandilla de la plaza de San Jorge a las dos y pico de la mañana de la noche de difuntos. No sabia que había pasado ni por qué por caprichos de su memoria todos aquellos acontecimientos habían desfilado en procesión de imágenes. Pero cuando recupero la completa consciencia de la situación empujó a Rodrigo y le hizo caer. Involuntariamente miraba con repulsa a aquel tipo que había conocido hacia tres semanas y con el que había intercambiado algo más que inocentes besos como el que se acababan de dar.
-No puede ser… no quiero que pueda ser
-Quieres, Álvaro- dijo con voz queda Rodrigo desde el suelo- Si no hubieras querido no habrías venido.
-¡No quiero! ¿Quién te crees que eres para entrar en mi vida y romper mis esquemas? ¿Quién te crees que eres para decirme lo que quiero o no?
-No quiero cambiar tu vida, solo abrirte los ojos a algo que no querías aceptar aunque te has tirado a la mitad de tíos de Cáceres... No es fácil pero así es la única manera.
-No soy como tú, no te atrevas a compararme contigo- espetó atropelladamente Álvaro.
-Eres exactamente como yo y tú fuiste quien me lo hizo descubrir...
Aquella conversación le resultó familiar y dejó de hablar…en lugar de eso se dio la vuelta y se dispuso a bajar la escalera para dejar ahí zanjada la conversación y evitar que lo que había imaginado se cumpliera… después de haber cogido por el cuello a Rodrigo sabia que era capaz de algo peor que preferiría no hacer; al poner los pies en el primer escalón sintió como alguien le empujaba. Álvaro cayó por las escaleras y cuando se quiso dar cuenta estaba dolorido, húmedo sin saber por qué y con una sensación extraña en sus extremidades, como si se le fueran durmiendo progresivamente. Sintió como unos pasos bajaban por la escalera de una manera solemne. Ante sus ojos apareció Rodrigo:
-Se acabó… tu intención es vivir una vida con mentiras y ni quiero ni puedo permitirlo… se acabó.
-Ayu… ayúdame… por… por favor.
Rodrigo se apartó de Álvaro, de lo que quedaba de él y con paso lento sacó un cigarro, lo encendió y fue fumándolo mientras se perdía en la oscuridad tenebrosa de la ciudad medieval de Cáceres. En alguna parte sonaron las campanadas de las dos y media.


FIN

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
bueno tu conoces mi opinion de sobra, aun asi t la repito, y no m canso de decirte q m parece un relato fabuloso y tengo la sensacion d q vas a ganar! animo!
Unknown ha dicho que…
Yo no estaría tan seguro. Hay un chico de tu clase que escribe realmente bien, algo fuera de lo normal. Dirigete a él para que te deje leer su obra y sentir lo que es algo excepcional.
De todas formas muy currado pero no eres el perfil que andamos buscando...
Fuera bromas, está genial Manolo, eres un gran rival.

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